lunes, 7 de diciembre de 2015

Dos Españas condenadas a no entenderse


"Ya hay un español que quiere
vivir y a vivir empieza
entre una España que muere
y otra España que bosteza
Españolito que vienes
al mundo, te guarde Dios
una de las dos Españas
ha de helarte el corazón"

Transversal durante los siglos, la realidad que señala Antonio Machado en estos versos sigue siendo a fecha de hoy "el pan nuestro de cada día". La historia de España no se entiende sin enfrentamientos, realidades opuestas, que definen nuestro pasado, nuestro presente y, probablemente, nuestro futuro.
Las brechas siguen abriéndose en nuestro país, un enfermo que nunca termina de curarse. Aunque las heridas de la Guerra aún escuecen, la brecha que analizaremos en la siguientes líneas es, afortunadamente, otra distinta, pacífica y palpable en la sociedad.
Hablamos de la brecha generacional, la confluencia de dos formas diferentes de ver y entender España. Por un lado la España de los hijos de la Transición; por otro, la España de los hijos de los hijos de la Transición. Dos grupos que, a unos días de las decisivas elecciones del 20-D, parecen estar más distanciados que nunca.
Aunque vivimos en tiempos en los que la demoscopia está bajo sospecha, las encuestas clarifican una realidad que muchos temíamos y que las urnas terminarán de confirmar: la existencia de "dos Españas" condenadas a no entenderse.

Medios de comunicación, Internet y fantasmas del pasado

Los últimos datos del CIS señalan que, entre la población menor de 35 años, Ciudadanos ganaría las elecciones con el 14% de los votos, seguido por PSOE (11-12%), Podemos (10%) y PP (9%). 

Si analizamos la intención directa de voto de toda la población en su conjunto, el mapa político sufre transformaciones reseñables. El PP pasaría a ser la lista más votada (16%), por delante de PSOE (15%), Ciudadanos (11%) y Podemos (7%).

La pregunta es inevitable. ¿Cómo es posible que la primera fuerza en intención de voto sea la cuarta opción entre los jóvenes?.

La explicación de este fenómenos responde a varios factores, que van desde el diferente uso de Internet y las nuevas tecnologías hasta aspectos puramente ideológicos y sociales.

En cuanto a Internet y el consumo de medios de comunicación digitales, son muchos los estudios que alertan de la creciente brecha entre la población jóven-adulta y la población adulta, cuya línea divisoria podrá situarse en los 35 años. Un ejemplo muy claro es el uso de Twitter como herramienta de información. Según un estudio conjunto de Reuters y la Universidad de Navarra de 2014, el 44% de los españoles entre 18 y 24 años utiliza Twitter para informarse, cifra que cae hasta el 25% entre los adultos entre 25 y 34 años y al 14% entre los mayores de 55 años.

Como norma general, el acceso a multitud de fuentes favorece la formación de un espíritu crítico, convirtiendo al sujeto en una persona menos manipulable que aquella que solo accede a las fuentes tradicionales. Los estudios muestran que la población mayor de 35 años consume mayoritariamente medios tradicionales, por lo que su opinión tiende a ser más influenciable. Este hecho quizá explique la supervivencia del decrépito bipartidismo en los grupos de edad avanzada.

El diferente uso y acceso a Internet no solo afecta a la forma en la que los ciudadanos obtienen la información, sino también a su vinculación con movimientos populares y el activismo político. La mayor presencia en la red, hace de los jóvenes personas más tendientes a participar e interesarse por la vida política. Cabe recordar que, aunque extendido a todos los sectores, el 15-M fue un movimiento esencialmente joven.


El otro gran factor que marca la diferencia entre ambos sectores, es el aspecto cultural y social. Mientras que para la población mayor la democracia es una conquista, plasmada en la Transición y la Constitución de 1978, los más jóvenes hablan de "democracia real" y constituciones que reformar. 

La juventud, hija de una Constitución que no ha votado, convertida verdugo del bipartidismo, exige unos cambios que se ven plasmados en las encuestas. Las nuevas generaciones, representadas por carismáticos líderes como Pablo Iglesias, Albert Rivera o Alberto Garzón, han analizado desde un punto de vista revisionista la Transición, hecho intocable hasta el momento, para señalar que muchas cosas no se hicieron bien y, por tanto, deben cambiar.

El problema viene cuando ambos sectores, ambas formas de ver España, confluyen en las urnas, como ocurrirá el día 20. Como en el resto de Europa, el dominio demográfico de la población mayor merma la energía y ganas de cambio de una juventud que pide paso.

Sería injusto acabar este artículo así, señalando a nuestros padres como culpables del inmovilismo que ha azotado a nuestra nación. No olvidemos que son ellos, junto a nuestros abuelos, las personas a las que debemos agradecer, entre otras cosas, el mero hecho de poder estar escribiendo estas línes. Por ello, aunque no nos entendamos, GRACIAS.

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